miércoles, 28 de julio de 2010

Entre dos luces


Hay luces que deslumbran y otras que calientan. Hay luces celestes y las hay terrestres

La luz en la obra de Torresblancas de Oíza, redibuja y descubre el orden subyacente y permite identificar los contornos y las zonas inaccesibles de la planta, las zonas expuestas y las íntimas y sus gradaciones.

La luz se comporta como una topografía superpuesta a la estructura. Comprobar que la iluminación se manifiesta como un estrato que sumado a los anteriores hace que estos amplifiquen su sentido, habla de una sabia disposición del espacio.

La luz como un fluido viscoso ha esculpido aquí el programa de la torre como si fuese un material verdaderamente tangible. Una luz que parece manar lenta como la lava de un volcán, y que acaba en contornos que solo intuimos.

A pesar de las aparentes coincidencias, en el croquis de Peter Zumthor para el museo de Bregenz existe otra luz. Una luz que llega y que se vierte por la planta como una inundación, arrasando con todo. El resplandor presiona desde todos los frentes. Consigue penetrar a raudales a pesar de los negros diques que la arquitectura pone para contenerla. Después, nada queda. Solo permanecen los muros que han resistido el envite. Solo de noche el orden se invierte y el museo se convierte en una gran lámpara.
Se trata de dos luces diferentes.

Entre una y otra hay matices de velocidad y viscosidad, de temperatura y origen, capaces de imprimir a la obra sobre la que se han posado, un sentido.

Como diferentes son las luces de una explosión y de unas brasas, saber cual se ha de convocar es trascendente para el significado de la obra.

Tomado del blog de Santiago de Molina

http://www.santiagodemolina.com/search/label/LUZ

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