Gracias en parte a su trabajo, hoy se sabe que los seres vivos portan en sus células un reloj interno,
sincronizado con las vueltas de 24 horas que da el planeta Tierra.
Muchos fenómenos biológicos, como el sueño, ocurren rítmicamente
alrededor de la misma hora del día, gracias a este reloj interior.
Su
existencia fue sugerida hace siglos. En 1729, el astrónomo francés
Jean-Jacques d'Ortous de Mairan observó el caso de las mimosas, unas
plantas cuyas hojas se abren durante el día hacia la luz del Sol y se
cierran al atardecer.
El investigador descubrió que este ciclo se
repetía incluso en una habitación a oscuras, lo que sugería la
existencia de un mecanismo interno.
Estos ritmos internos se conocen como circadianos por las palabras latinas circa, alrededor, y dies, día
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